La diferencia entre sofisma y falacia
¿Quieres saber qué diferencia hay entre sofisma y falacia? Estás en el lugar correcto - vamos a por ello.
La diferencia entre sofisma y falacia
Falacia y sofisma tienen significados similares, pero no idénticos. Veamos las diferencias.
Un sofisma puede ser aquel argumento falso con apariencia de verdad. (Puede leerse también como falacia lógica) Esto significa que, se lo relaciona con los razonamientos que tienen apariencia de ser correctos, pero no lo son. Se lo ve como una premisa con la finalidad de defender algo con refutaciones que no son concluyentes. Se lo puede entender como aquellas posturas que no son justificables usando la razón.
Una falacia es aquel error, engaño para dañar a una persona y conseguir algo. Se cometen para persuadir a otros con la intención de obtener rédito.
En el ámbito de la filosofía, Aristóteles aborda el concepto de falacia como sinónimo de sofisma. Por lo que se podría considerar al sofisma como un tipo de falacia. Ambos tienen argumentos no válidos para con el otro, sin embargo una falacia, en general, está más ligada al querer dañar a través del engaño; mientras el sofisma da argumentos falsos que aparentan ser verdaderos. Depende de qué académico lo estudie, los va a considerar sinónimos o no. Nadie pone en duda que coinciden en presentar argumentos que suponen un raciocinio errado.
Saberlas reconocer son de gran ayuda para evitar ser engañados.
¿Qué otras premisas acompañan al sofisma y a la falacia?
Podemos encontrar, como mínimo, trece tipos de falacias. Vamos a detallar algunas.
Hay un tipo de falacia que se denomina falacia de principio y se caracteriza con tener un razonamiento circular. (Argumento que reafirma en lugar de probar) Muy común en las familias. Por ejemplo; “yo tengo la razón porque soy tu padre, y los padres siempre tienen la razón”.
Un ejemplo de sofisma sería que “cortarse el cabello en época de luna llena hace que crezca más rápido”, no hay prueba que confirme tal generalización, que puede ser entendida como leyenda urbana.
O la suposición de que todos los hombres son infieles ¿a partir de qué argumento? Podríamos inferirlo, pero en realidad no hay pruebas fehacientes para comprobarlo.
¡Ahí lo tienes!
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